La Ruta del Patrimonio Arqueológico

Este relato busca aclarar las dudas que muchas veces se pregunta la gente cuando se ve que un equipo de investigadores está trabajando en un sitio arqueológico -la mayoría de las veces haciendo excavaciones- y cuando extrae las piezas. La pregunta lógica entonces es, qué pasa después con ellas. Muchas veces más de alguien puede haber querido que las piezas se queden en el lugar de hallazgo o en custodia de las comunidades que ahí habitan, pero debemos recordar que el patrimonio es de todos y todas y que existen regulaciones sobre su gestión, cuidado y depósito final. La arqueóloga Amalia Nuevo Delaunay y el arqueólogo César Méndez del Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP) nos explican cómo es el proceso desde su hallazgo hasta su depósito final en las bodegas de los museos, especialmente ejemplificando cómo sucede esto en la región de Aysén.

Comienzo del viaje

Científicos, científicas, transeúntes o lugareños comúnmente hallan lo que parece ser un testimonio de una presencia humana antigua, lo que puedes ser una pieza arqueológica o un conjunto de ellas, las que llamamos sitio arqueológico. Estos materiales y lugares, que fueran habitados hace ya muchos años, conforman el patrimonio arqueológico, y están resguardados por ley, en tanto se les considera Monumentos Nacionales. Dado que están protegidos, no pueden ser recolectados o excavados, y sólo los arqueólogos y arqueólogas, pueden hacer actividades en ellos, aunque previamente deben ser autorizados por el Consejo de Monumentos Nacionales para trabajar en tal lugar. Además, deben contar con el permiso del propietario si son predios privados o sus administradores si son lugares públicos. Por ejemplo, en Aysén, gran parte del territorio son Parques nacionales administrados por CONAF y también se debe contar con su autorización para investigarlos.

¡Se dio luz verde para proceder con la expedición! Hay que planificar, viajar a terreno y luego proceder con un detallado registro que es la esencia de trabajo en campo que realizan los profesionales de la arqueología. Considerar diversos parámetros permiten inferir los procesos que ayudan a reconstruir la historia de un lugar. Ya en el sitio, se presenta una llamativa escenografía, con instrumentos precisos y movimientos meticulosamente planeados, que buscan por diversos métodos, registrar científicamente la variedad de factores involucrados en la formación de un sitio arqueológico. Comprender la geología, el clima, la topografía, la presencia de agua, el paso de animales, el tipo de vegetación, tanto del pasado, como del presente, son indispensables para revelar lo que ocurrió en un lugar de la manera más completa y precisa.

Una vez recolectadas, las piezas arqueológicas, los vestigios de huesos y los rasgos de la acción humana se transforman en  muestras. Éstas son identificadas e individualizadas, realizando una completa ficha de cada una, para tener un inventario completo y transportarlas al lugar donde serán analizadas. Los análisis son variados y tienen plazos y objetivos, y quien investiga es autorizado por el  Consejo de Monumentos Nacionales para estudiarlas por un tiempo.

Primera parada

Durante un periodo son estudiadas en el laboratorio. Participan distintos especialistas que han hecho de diversos hallazgos su experticia en investigación. Hay analistas de cerámica, de huesos humanos, de huesos de animales y hasta de los sedimentos en donde los materiales se encontraron. Por ejemplo, en Aysén, donde la gran mayoría de las evidencias arqueológicas son de piedra, los principales análisis serán los del material “lítico”. Éstos se centran en entender el tipo de roca usada, de donde provino, como se talló, que herramienta se diseñó, y durante cuánto tiempo fue usada por sus creadores hasta finalmente ser desechada cuando ya no fue más necesitada.

En paralelo, se estudia el contexto del sitio de hallazgo. Su antigüedad, como estaban asociadas las piezas, si estaban concentradas en un lugar o dispersas aleatoriamente, cuantas eran, estaban fracturadas o completas, etc. Una infinidad de preguntas se usan en la comprensión de cómo llegaron los materiales a constituirse como registro arqueológico. Todos los materiales, con su debida información asociada deben ser ordenados y rotulados para los registros nacionales y entregados a los museos regionales, que son los cuidadores oficiales de los restos arqueológicos. Esta serie de procesos, sin duda largos, involucran a un equipo de personas que trabaja para que el resultado sea exitoso, garantizando que la información quede bien asociada a las piezas y permitiendo que estos datos posteriormente puedan ser difundidos a nivel científico, gubernamental y a las comunidades interesadas.

Lugar de destino

Los museos se reconocen por sus hermosas salas de exposición que narran la historia e información detrás de algunas piezas excepcionalmente vistosas, informativas y ocasionalmente muy bellas. Sin embargo, en sus bodegas resguardan mucha mayor cantidad de piezas y muestras fruto de la actividad científica y patrimonial. Es como se dice: “solo se ve la punta del iceberg”. Lo que esta visible  depende del interés y cronograma de exhibición y será expuesto en una vistosa vitrina con una llamativa información asociada. Pero por debajo, en el sótano, se guardan cientos de cajas con miles de bolsas debidamente etiquetadas y con toda su información digital asociada para que sean accesibles, tanto para el museo, como para futuras investigaciones. Sería quizás interesante poder exhibirlas todas, pero no hay capacidad para exponer los más de 41.400 registros que han sido ingresadas al Museo Regional de Aysén, desde el año 2018, por el equipo de arqueología de CIEP.

Entonces, ahora que conocemos su ruta y el sentido de ello, podríamos decir que detrás de cada trozo de vestigio del pasado hay mucho trabajo que hacer para conocer su procedencia, uso e historia. Cuando descubras tu propio tesoro, te invitamos a ser la primera parte de este importante viaje patrimonial.

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